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Los jóvenes políticos hacen campañas como si fueran viejos.

  • Foto del escritor: Gerardo Preza Martens
    Gerardo Preza Martens
  • 26 ene 2021
  • 2 Min. de lectura

Estamos inmersos en la espiral de las campañas políticas y cada vez más, iremos viendo mensajes y contenidos de quienes buscan un puesto de elección popular.


En este 2021, se dará la elección más grande del país hasta ahora y es que están en juego gubernaturas, asientos en la cámara de diputados y congresos locales además de ayuntamientos a lo largo y ancho del país.


Con tal cantidad de espacios a disputarse bien merece la pena hacer una analogía para que podamos entender el contexto.


Imaginemos que vamos a una tienda de autoservicio a comprar un desodorante. Al momento de llegar al estante en donde se encuentra dicho producto, la oferta suele ser considerable; y si no tenemos alguna referencia o experiencia con algún producto en particular; la toma de decisiones se vuelve algo confusa. Aunado a ello, todos los desodorantes haciendo publicidad de un manera similar.


En términos de lo que veremos en las campañas políticas, la oferta es demasiada y los mensajes abrumadores. Sin contar que partidos políticos, dirigentes de los mismos, instituciones electorales, gobiernos (incluido el presidente López Obrador), empresarios, iglesias, líderes de opinión, etc., harán uso de espacios mediáticos y en redes sociales para comunicar en un tono casi igual.


La demanda, viene de parte de los ciudadanos. Subjetiva pero con encuentros y coincidencias con otros ciudadanos. Son poco tomados en cuenta por quienes pretenden conquistar un puesto de elección popular.


Retomando la analogía de los desodorantes que utilizan la misma comunicación, nos quieren vender productos o candidatos con características que resaltan atributos que chocan con una realidad política. Todos son honestos y tienen soluciones para todo. Solo por mencionar algo.


La oferta política es mucha y la demanda, se ausenta en la retórica de los políticos.


En ese sentido, los jóvenes políticos recurren a estrategias que han cambiado muy poco desde hace al menos 40 años. Todo está centrado en la figura y persona del o la que contiende. Ahora con las redes sociales se suma una variante que se ha vuelto excesiva y denota una falta de estrategia descomunal. Comer en puestos callejeros o fondas buscando una empatía y una identificación que es en ocasiones nula.


Estilos viejos en candidatos jóvenes que ahora tratan de transmitir un mensaje con sus actividades diarias.


Todo, en un modelo unidireccional.


¿Y la demanda?


Es ahí en donde están los lugares comunes en la comunicación política. Candidatos jóvenes y viejos haciendo lo mismo que hace 40 años, consultores y estrategas proponiendo caminos trazados, equipos de campaña que argumentan experiencias en contiendas anteriores con el mismo modelo, ¿qué puede salir mal?


Por el bien de la comunicación política y de la política en general, necesitamos campañas disruptivas, innovadoras, frescas, con mensajes basados en una demanda ciudadana casi subjetiva. Modelos multidireccionales, los ciudadanos como protagonistas. Candidatos entrando al círculo ciudadano.


Los tiempos lo demandan.


O ¿usted qué opina?

 
 
 

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